viernes, 23 de enero de 2009

¡TENGO UN OKUPA EN CASA!

Me llamó la atención hace dos días, una carta dirigida al director del ABC por un padre que toda la vida ha ejercido como tal, pero que ya desea la jubilación. La carta tiene un título muy sugestivo "Nuestros hijos vuelven a casa" y presenta el cuadro de un matrimonio, que acoje en su casa a su hijo después de su divorcio. Es un matrimonio ya mayor y tiene que volver a ocuparse del hijo y de sus nietas los fines de semana. Los padres sienten que un peso les ha caido encima; cuando pensaban que podían vivir los años que les quedan disfurtando y sin obligaciones. Pero tampoco pueden dejar de ser padres y se sienten culpables de pensar así.

Esta situación se repite en muchas familias. Mi hermano volvió a casa después de su divorcio, y mis padres lo acogieron porque con su sueldo no podía pagarse una vivienda y pasar pensión a su hija. El retorno a su antigua casa ha sido un problema para todos. De repente, los padres ya no tienen la paciencia que tenían antes; el hijo vive su vida y los roces son inevitables. Mi padre le llama "el okupa" cuando está de buen humor, cuando no lo está... prefiere cayarse. ¿Por qué pasa esto? Si mi hermano tuviera suficiente dinero, podría vivir independiente. Pero no tengo claro que esto sea sólo un problema económico. El origen del problema habría que buscarlo tal vez en su fracaso matrimonial. Nos estamos a costumbrando a los matrimonios con fecha de caducidad, a solucionar los problemas con un divorcio, a pensar primero en nosotros. Volver a casa, representa volver a la adolescencia, a la irresponsabilidad. Mientras que un matrimonio unido, representa un esfuerzo emocional mayor, pero es una empresa rentable a largo plazo. Cuando los hijos vuelven a casa, están dando un paso hacia atrás.

ARTÍCULO DEL ABC - NUESTROS HIJOS VUELVEN A CASA